El Caballo Y Su Niño by C. S. Lewis

El Caballo Y Su Niño by C. S. Lewis

autor:C. S. Lewis
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Infantil, Fantasía
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


IXA TRAVÉS DEL DESIERTO

–¡Qué espanto! ¡Qué cosa más espantosa! – se quejó Lasaralín-. Oh querida, estoy tan asustada. Tiemblo entera. Tócame.

–Vámonos -respondió Aravis, que también estaba temblando-. Se han ido de vuelta al palacio nuevo. Una vez fuera de esta habitación estaremos a salvo. Pero hemos perdido un montón de tiempo. Llévame abajo hasta esa compuerta lo más rápido que puedas.

–Querida, ¿cómo puedes decir eso? – chilló Lasaralín-. No puedo hacer nada… ahora no. ¡Mis pobres nervios! No; debemos descansar un rato y después regresar.

–¿Por qué regresar? – preguntó Aravis.

–Oh, tú no entiendes. Eres tan incomprensiva -dijo Lasaralín, empezando a llorar. Aravis decidió que ésta no era la ocasión para sentir piedad.

–¡Oye! – exclamó, cogiéndola y dándole un buen zamarrón-. Si vuelves a decir una palabra más sobre regresar, y si no me llevas de inmediato a la compuerta, ¿sabes lo que te haré? Me iré corriendo por ese callejón y me pondré a gritar. Y entonces nos capturarán a las dos.

–Pero nos matarán a-a-a las d-d-dos -tartamudeó Lasaralín-. ¿No oíste lo que el Tisroc (que viva para siempre) dijo?

–Sí, y prefiero que me maten antes que casarme con Ahoshta. Así es que vamos.

–Oh, eres despiadada -dijo Lasaralín-. ¡Y yo en este estado!

Pero al final se rindió ante Aravis. La guió por el camino bajando los peldaños que ya antes habían descendido y a través de otro corredor y de este modo finalmente salieron al aire libre. Se encontraban ahora en el jardín del palacio que caía en terrazas hasta la muralla de la ciudad. La luna brillaba con todo su esplendor. Uno de los inconvenientes de las aventuras es que cuando llegas a los lugares más lindos estás siempre demasiado ansioso y apurado como para apreciarlos; por lo que Aravis (a pesar de que los recordaba años más tarde) tuvo sólo una vaga impresión de prados grises, fuentes de silencioso burbujear y las largas sombras negras de los cipreses.

Cuando llegaron al fondo y la muralla se alzó amenazadora ante ellas, Lasaralín temblaba de tal modo que no lograba desatrancar la puerta. Aravis lo hizo. Allí, por fin, estaban el río, bañado por el claro de luna, y un pequeño embarcadero y algunos botes de paseo.

–Adiós -dijo Aravis-, y gracias. Siento haber sido maleducada. ¡Pero piensa de lo que estoy huyendo!

–Oh Aravis, querida -dijo Lasaralín-. ¿No cambiarás de opinión? ¿Ahora que has visto qué gran hombre es Ahoshta!

–¡Gran hombre! – exclamó Aravis-. Un repulsivo esclavo rastrero que adula cuando es golpeado pero que guarda todo como un tesoro y espera tener su propia recompensa incitando a ese horrible Tisroc a tramar la muerte de su hijo. ¡Puf! Preferiría casarme con el pinche de cocina de la casa de mi padre antes que con una criatura como esa.

–¡Oh Aravis, Aravis! ¡Cómo puedes decir cosas tan espantosas? Y también contra el Tisroc (que viva para siempre). ¡Tiene que ser correcto ya que él lo va a hacer!

–Adiós -dijo Aravis- y tus vestidos me parecieron encantadores. Y tu casa también es encantadora. Estoy segura de que tienes una vida encantadora… aunque a mí no me guste.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.